sábado, 18 de febrero de 2017

REENCUENTRO

Hacía 18 años que había terminado el colegio secundario. En un colegio privado, católico por supuesto (como quería su mamá) de un alto nivel de exigencia. Era becada y eso, aunque al principio no lo había notado, la ponía en una distancia del resto de sus compañeros; niños bien  que vivían en la zona más rica de Lima.
Poco quedaba de aquella muchachita desgarbada que aparentaba menos años de los que tenía, en tiempos en los que la gracia, era parecer más.
Una tarde otoñal, mientras saboreaba un capuchino instantáneo, le llegó la invitación a su face. Reencuentro era el nombre del evento y una foto de ellos a los 17 años, los mostraba sonrientes y uniformados. Algunos de sus ex compañeros en línea, respondieron al instante. Emocionados, ansiosos por coordinar y bajo la consigna “que no falte nadie”, empezaron a presionar a los que aún no habían confirmado. Ahí estaré, fue su lacónica respuesta.
Inevitable trasladarse a esos años en los que nunca sintió que encajaba del todo. Era como el sonido sofisticado de un violín, al que le faltaba la orquesta.
Los años habían pasado. En su caso, el balance era positivo. A pesar de su divorcio y de que no había tenido hijos (algo que no le molestaba) gozaba de los beneficios de trabajar como ilustradora, en una de las principales revistas infantiles de la ciudad. Lo que se traducía en vacaciones en los más bonitos y variados lugares, estabilidad, ascensos. ¿Qué pensarían sus compañeros si la vieran ahora?
Las semanas siguientes transcurrieron con normalidad, aunque se colaba diminuto el pensamiento del encuentro. Ya faltaba menos para el día.
¿Qué habrá sido de las chicas? Pensaba. ¿Seguirían siendo “las reinas”, donde sea que estuvieran?
Siempre creyó que había personas cuyo destino se podía adivinar desde pequeñas, como un presagio, a ellas se les cumplía uno a uno calcado todos los anhelos que depositaron padres y maestros. Otros rompían los esquemas y aquello que parecía destinado a ellos desde tiempos inmemoriales, se les escurría como arena entre los dedos. Ya sea para bien, o para mal.
Su caso encuadraba en el segundo grupo. Todavía le parecía escuchar a sus tías cuchichear entre ellas,  hablando como si ella no comprendiera sobre “lo difícil que iba a ser para esa nena, crecer sin sus papás”. Quizás fueron esas palabras lastimosas, las que tanto había detestado, las que la impulsaron a ser esa guardiana de sí misma. Luchadora insospechada.
El viento sacudía las ramas donde siempre había palomas. Por suerte no era tan fuerte, como había sido el mes pasado. Se compró ropa para estrenar .Al fin, había llegado el día.
El restaurante elegido quedaba a 20 cuadras de su casa, un lugar moderno con cierto toque bohemio, aportado por las lámparas redondas de todos colores, que colgaban del techo. Conocía el lugar y le parecía una excelente opción.
Al llegar vio a dos hombres y una mujer de pie, reían tímidamente. Se acercó y los reconoció de inmediato. Eran Rafael y Mariana, hoy esposos. Y Lucas. Le parecía mentira que Mariana se haya casado con Rafael, alguien que ni por lejos se acercaba a su nivel social. Qué tonta soy, al mirarlos con los mismos ojos que la muchachita que fui-pensó.
¿Qué es de tu vida?- Preguntó Lucas, al instante de que ella terminó de saludar.

Bueno, trabajo de ilustradora en…y ahí empezó a detallar su CV. Me siento como dando una entrevista, se dijo para sí.
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