La niña juega con la muñeca de cuencas vacías. Y corre.
Corre tan lejos como le dan sus piernas, las que no igualan su imaginación, que
la transporta a una casa cálida donde una mamá bajita le canta canciones de
cuna.
La niña juega con la muñeca usada. Ahora la tira abruptamente,
sin decir palabra. Cae al barro y nadie la levanta. Ella mira como el vestido
floreado de su muñeca, se va llenando lentamente de manchas negras. Nunca van a
salir, nunca va a volver a ser la misma-piensa para sí-.
El comedor de chicos carenciados, es controlado por el cura
de la parroquia.
Las mujeres paquetas hacen fuertes donaciones. Van y vienen
varios días a la semana. El cura las confiesa sabiendo de memoria su repertorio
de pecados: una infidelidad por acá, turbios pensamientos por allá, alguna que
otra estafa… en fin, nada que no pueda ser purgado con un par de padrenuestros
y un avemaría. La entrada al paraíso asegurada.
La sonrisa inmaculada del cura, también consuela a los más
indigentes del barrio.
Dice una promesa y los ojos de la correntina se agrandan.
Los ojos de la madre correntina, se llenan de fe. El dice lo que ella desea
escuchar.
Su niña tendrá un hogar, comida, juguetes. Y el amor y la protección
de él, su padre espiritual.
La correntina se estruja las manos de nervios. No puede
creer su repentina buena suerte. Desde que llegó a Bs As, las cosas no le han
salido como planificó. La desocupación con la que se encontró, arrasó con los
escasos ahorros que pudo juntar con la ayuda de su familia, pero no pudo con
sus ilusiones. Caminaba, tomaba el subte, preguntaba y llegaba. Pero finalmente
no quedaba, otra con mejores referencias era elegida para trabajar cama
adentro.
Un día tuvo que pedir limosna: las uñas sucias, el gesto
envejecido. Su niña hablaba poco, pero dibujaba todo lo que su imaginación, que
como se dijo era muy vasta, le permitía.
Rojo, verde, amarillo…dibujaba una casa con los colores del
arco iris. En la casa vivirían ella con su mamá. Era feliz.
Alguien le había comentado a la correntina del padrecito que
tenía un hogar para chicos de bajos
recursos.
“Claro que sólo por un tiempo mi niña, hasta que mami pueda
conseguir un trabajo y alquilar una pieza, ahí volveremos a estar juntas, todos
los días”.
“Pero por supuesto que te voy a venir a ver, igual acá con
tantas nenas, te vas a divertir de lo lindo, ya vas a ver”.
Pero la niña no vio.
Con un ademán siniestro, la sotana del padrecito desaparece
y de la mirada inmaculada de la mañana, ya no queda nada.
Paralizada por el espanto, la niña sólo puede escuchar una
respiración cortada que le repugna.
El cura sabe como tener a su muñeca cautiva: Una amenaza
firme es lanzada como un hacha…A mamita podría pasarle algo malo, si le cuentas. Y es así, como mantiene
los resortes funcionando.
Es el comienzo de noches sin sueños, agazapada en el fondo de su cama, le rezará al mismo Dios del monstruo y le
pedirá que se ponga de su lado. Le rogará que pronto se haga de día, para tener
la certeza de que nada sucederá frente a la vista de todos y con el sol bien
alto.
L a niña habla cada vez menos y en sus dibujos sólo pueden verse
rayones negros y una gran tachadura frenética, hasta que arranca la hoja y
vuelve a empezar, una y otra vez, con ese ensimismamiento mecánico, en el que
ya no hay colores.
Mientras desea que su madre vuelva para irse para siempre de
aquel lugar…su alma se va llenando lentamente de manchas negras. Nunca van a
salir, nunca va a volver a ser la misma.
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